... él.
Empieza a oscurecer y la luna es la única que me guía. Corro, pero al poco jadeo, me ahogo, no puedo seguir, es entonces cuando me agazapo en un rincón, fuera de miradas furtivas, a salvo de la suya, de sus manos y de su olor
Siento como el corazón late fuerte en mi pecho, las manos se me enfrían y me recorre un escalofrió por la espalda. Le oigo llegar, me acurruco todo lo que puedo y espero a que no depare en mí. Dejo de respirar, no quiero que me escuche...
Se aleja, lo conseguí, no volveré a ser suya nunca más...